Cuando me vaya seguiré contigo

Este mediodía, después de las lluvias que han dejado los montes llenos de torrenteras que hacen sonar la música más vital de la tierra, me he sentado en este banco, labrado por manos campesinas, muy cerca de la sólida y recoleta iglesia de Voznuevo (Busto Nuevo), ese pueblo del municipio de Boñar alzado en una ladera para abrazar con los ojos la verde humedad del valle, y he elegido para leer a viva voz, como la poesía implica y gusta, este breve poema de Ángel Guinda (1948-2022), perteneciente a una pequeña antología de poemas de amor (qué desfasada idea en tiempos genocidas) que lleva por afortunado título El arrojo de vivir. El librito (ediciones Olifante) recoge 34 poemas amorosos escritos por el autor a lo largo de su dilatada vida literaria, algunos de los cuales fueron musicados por la cantante Rosa León en la década de los ochenta, un tiempo pródigo en la siembra de afanes y decepciones. El poema leído en ese banco, tallado en un viejo castaño por alguien que apreció lo idóneo del lugar para la plática con los libros, no musicado en este caso por Rosa León, se titula Uno en otro y dice así:

Cuando me vaya seguiré contigo,

acariciaré tus pies

con el barro, las piedras, los arbustos

de las montañas por las que caminas.

Encaramado a tus ojos veré el cielo,

que será más azul si tú lo miras.

Con tus oídos escucharé a los pájaros

y oleré con tu nariz las plantas.

Con tus manos saludaré a los árboles,

los llamaré por su nombre con tu voz.

Pero ahora que aún estoy aquí

quiero vivir tu mundo

que hace mejor al mundo.

No me voy a morir mientras tú vivas.

Cuando te vayas seguirás en mí.