Además de la vaciada está la España robinsoniana

Teniendo en cuenta que la mayoría de esos vecinos son de avanzada edad, es significativo saber que la mayoría de esos robinsones son varones (1.134) y el resto (666) mujeres, dado que las mujeres tienen una esperanza de vida mayor que los hombres. Lideran la clasificación por provincias dos que pertenecen a Galicia, Lugo (560) y A Coruña (353), seguidas por la comunidad autónoma del Principado de Asturias (337). Entre las provincias con menores núcleos poblacionales con una sola persona están, de menor a mayor, Vizcaya y Cádiz (1), Sevilla (2) y Zamora (3).

Es de resaltar que en Asturias se dan casos como el de la pequeña aldea de Biamón, cuyo único habitante, Mariano Hortal, optó por retornar a la casa de sus mayores después de acogerse a la prejubilación, siguiendo el ejemplo a la inversa del señor Cayo, único habitante de un aldea castellana -según la novela de Miguel Delibes (1978) llevada al cine por Giménez-Rico-, que en su vejez se resistía a abandonar la casa en la que nació y creció.

Leemos en Efeagro que Hortal, a sus setenta años, lleva ya dos décadas viviendo en la citada y arriscada aldea asturiana, y que considera que es obligación de las administraciones invertir en telecomunicaciones para que no se despueble aún más la geografía rural, a fin de hacer posible que retornos como el suyo y una potencial atracción de generaciones más jóvenes por la vida en los pueblos sean más factibles, huyendo así de una tendencia ya perceptible: la del tráfago de las grandes urbes Es de recordar en este sentido que el Gobierno aprobó recientemente llevar la banda ancha por fibra a cerca de 400.000 hogares y empresas rurales gracias al programa Única Banda Ancha 2023 5G.

Según Carlos Gómez Bahíllo, catedrático de Sociología y Políticas Públicas, la desconexión es una de las causas del éxodo rural, no sólo en términos de acceso a los pueblos sino también por cuestiones laborales y sociales. Una información del Banco de España hace constar que en este país hay 8.131 municipios, de los cuales nada menos que más de 3.400 están en riesgo de despoblación.

Unas administraciones diligentes y conscientes de lo que nos jugamos deberían evitar, a toda costa, que la vida y la voz en esos pueblos desaparezca porque sin ellas también perderán vida y voz la tierra y el porvenir del país que habitamos. Está también bastante claro que a los pueblos afectados por la despoblación les toca hacerse oír y dejarse de lamentar.