La Romería de San Lorenzo, en el Alto de las Guadañas

Opinion 30 de julio de 2023 Vicente Vázquez
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VALLE DE ORDAS - MONTAÑA LEONESA

Los romeros palentinos inician la marcha en el puente situado sobre el arroyo de Las Lomas, en Cardaño de Arriba (Palencia), a las seis de la mañana del décimo día del mes de agosto (o del domingo más próximo), con el propósito de recorrer el camino que lleva al Alto de Las Guadañas (2.176 m.) con la anticipación suficiente para llegar a tiempo a la cita con los romeros leoneses a eso de la hora del Ángelus. Estos saldrán de Portilla de la Reina (León) el día anterior, dormirán en el monte y llegarán al lugar de encuentro a la hora convenida.

La festividad de San Lorenzo se celebra en muchos lugares de España y del extranjero. Uno de los más significados, sin duda, es el de la ciudad de Huesca, que celebra sus fiestas patronales con gran alborozo y boato. No menos celebrados son los festejos que tienen lugar en Florencia y en San Lorenzo del Escorial. Sin embargo, es muy poco conocida, aunque no menos representativa, la romería que tiene lugar, en medio de la confluencia de las provincias de León y Palencia con la Comunidad de Cantabria, cerca del Mojón de las Tres Provincias (2.499 m.), junto a la Peña Prieta (2.540 m.), en un hermoso paraje situado en medio de impresionantes montañas de la Sierra de Orpiñas, en la cordillera Cantábrica.

No vaya nadie a creer que, a juzgar por la altitud de las montañas circundantes, para poder participar en la atrayente romería sea necesario poseer unas facultades físicas excepcionales. Pero sí es cierto que se necesita entusiasmo y determinación, ya que la caminata, tanto si se comienza en Cardaño de Arriba como si se hace desde Portilla de la Reina, es de entre seis y ocho kilómetros aproximados de longitud, y discurre por caminos de montaña, a veces difíciles de andar sin la ayuda de un mapa o un guía que conozca bien la zona; salvando un desnivel aproximado, en cualquiera de las dos opciones, de unos ochocientos cincuenta metros.

A veces la senda se oculta entre la espesa vegetación de piornos, escobas y retamas; otras el suelo se cubre de hierbas de alta montaña, tan duras que parecen de plástico rígido, o de alambre, y resbalan como si fuesen placas de hielo. Son lugares apropiados para el hábitat del lobo, el oso, los rebecos, los ciervos y los zorros, por lo que no resulta recomendable perderse en estos andurriales en solitario y desconociendo las circunstancias en las que uno pueda verse envuelto. En consecuencia, para los profanos, la romería de San Lorenzo, siempre bastante concurrida, es la ocasión propicia para disfrutar de las muchas maravillas que nos ofrece la naturaleza en estas latitudes. Como la fiesta tiene lugar en verano, no es necesaria la ropa de abrigo, salvo a primera hora de la mañana y teniendo en cuenta que no suele llover por estas fechas.

El camino más largo es el que comienza en el pueblo de Portilla de la Reina, la víspera de la fiesta, y sigue la senda del río Lechada, aguas arriba. Se suele partir a media tarde, con el propósito de alcanzar un punto intermedio donde dormir, entre el pueblo y el Alto de las Guadañas, antes de que caiga la noche; ya que si se iniciase la ruta el mismo día de San Lorenzo sería casi imposible llegar a la cita con los romeros de Cardaño de Arriba a la hora convenida del Ángelus. Ésta comitiva es la encargada de llevar las ofrendas al santo, que se entregarán al día siguiente en su ermita, consistentes es cirios y velas de cera adaptados en forma y cantidad a las circunstancias de cada año.

Al amanecer del día de San Lorenzo, los romeros leoneses deberán ascender cuestas de pronunciadas pendientes para llegar, primero, al refugio del Pico de la Calar, luego, a la Majada de Peña Prieta y más adelante al Lago Frontino, o de Riasvargas, ya a 1.923 metros de altitud sobre el nivel del mar. Deberán iniciar la marcha con la anticipación suficiente para salvar el último desnivel, de 250 metros, antes de llegar al Alto de Las Guadañas donde, si todo ha discurrido según lo previsto, se encontrarán, a la hora convenida, con los romeros palentinos que habrán iniciado su ruta en Cardaño de Arriba. Y allí, de forma discreta y sin alharacas, pero con alegría contenida, celebrarán la primera y silenciosa rememoración del asombroso milagro que en aquellos lugares realizó San Lorenzo en tiempos ya casi olvidados. Algunos, los más experimentados y mejores conocedores del territorio, encontrarán tiempo y fuerzas suficientes para ascender al Pico Frontino, o incluso a las Peñas Malas, pero sin entretenerse demasiado.

El camino desde Cardaño de Arriba es algo más corto y se anda mejor. A la salida del pueblo, en dirección norte, enseguida se cruza el arroyo Hontanillas, y tras un largo y suave pero pronunciado ascenso se llega al collado del mismo nombre, punto desde el cual ya solo queda salvar los últimos 100 metros de desnivel para llegar al Alto de las Guadañas.

Los romeros palentinos, en cierto modo, en esta ocasión y sin que sirva de precedente, antes de que vuelva a surgir la misma circunstancia, después de trascurrido un año, serán los anfitriones. Lo cual quiere decir que, a partir del encuentro, la romería, sus aconteceres y su desarrollo dependerá al completo de su dedicación y capacidad organizadora; lo cual no es algo que deba considerarse tan difícil como la construcción de un arco de iglesia, ya que se trata pura y simplemente de liderar la comitiva, monte abajo, hasta las praderías que bordean el arroyo Hontanillas, antes de llegar a la base del Alto de los Navarros. Allí se hace una parada reglamentaria que permite reponer fuerzas.

De repente, uno descubre, sin haberlo imaginado, que su compañero de viaje, con el que comparte bota de buen vino y apetitoso bocadillo de morcón, u otra fruslería de similar naturaleza, ha venido a la romería de San Lorenzo desde el mismísimo Río de la Plata, o desde Puerto Deseado, en la Patagonia, a donde emigraron sus padres, desde Alba de los Cardaños, en las postrimerías del siglo XIX.

Habiendo dado buena cuenta del refrigerio, se reemprende la marcha hacia Cardaño de Arriba, no antes de que haya hecho acto de presencia el señor cura párroco, para bendecir a los presentes en nombre de San Lorenzo. Suele ser habitual que alguno de los fieles venidos desde el pueblo con el cura lo haga acompañado de un borrico, en previsión de que al sacerdote, como ha ocurrido en más de una ocasión, pueda darle un síncope en el camino de regreso a su iglesia. Por otra parte, con síncope o sin él, es muy propio de la fiesta que las gentes de Cardaño de Arriba puedan presenciar la entrada triunfal de su señor cura al frente de la comitiva, montado a lomos del pollino, camino de la ermita de San Lorenzo, donde tendrá lugar la celebración de la santa misa.

A la salida de la misa se celebra la procesión, que recorre todas las calles de pueblo y, concluidos los actos litúrgicos, tiene lugar el almuerzo, en un prado situado a la orilla del arroyo de Las Lomas, consistente en caldereta de borrega, plato típico de la montaña palentina, al que están invitados todos los presentes. Se dice que un año estuvo allí, degustando el guiso, el mismísimo señor obispo de Palencia.

Y llegados a este punto, antes de que caiga en el olvido, es necesario explicar todos los detalles del milagro de San Lorenzo que es el motivo por el cual se celebra la fiesta y se hace la romería. Lo que equivale a dar respuesta a lo que Rudyard Kipling llama los seis honrados servidores: El Cómo, Cuándo, Dónde, Qué, Quién y Por qué.

Vamos a hacerlo utilizando para ello un relato pormenorizado de los acontecimientos, hecho por un vecino de Barniedo de la Reina, del que hemos extraído sus partes más significativas, y dice así:

 

“Venía un carretero, con su pareja de bueyes y su carreta, desde Cardaño de Arriba, que está en la provincia de Palencia, a ese pueblo de San Andrés, del valle de Lechada…

“Ese carretero traía, según unos, un guaje, un chiquillo; y, según otros, una guaja, que para el caso es lo mismo. Como era pequeño, lo había metido en el cillero…

“Pero era invierno y el carretero aquel se trasnevó. O sea que empezó a nevar y aún pudo llegar al alto, al puerto. Pero había ya tanta nieve y era un temporal tan feo, que los bueyes apenas podían andar…

“Así que tuvo que dejar allí la carreta, los bueyes y el guaje que iba en el cillero y bajar él solo a San Andrés a pedir auxilio…

“Llegó a San Andrés, dio aviso de lo que pasaba y salió el personal en busca del chiquillo, los bueyes y la carreta…

“Según iban para allá, que ya era de noche y aún seguía nevando, oyeron unos esquilones y al poco se encontraron con los bueyes y la carreta, que bajaban solos, sin carretero.

Dijeron todos:

- ¿Cómo puede ser esto? Y le preguntaban al niño:

- ¿Quién guió los bueyes? ¿Quién te ha traído? Y el chiquillo decía:

- Yo no sé quién sería. Yo no oía más que: "¡Arrea, Lorenzo!", "¡Detén, Andrés!", "¡Arrea, Lorenzo!", "¡Detén, Andrés!", y el carro iba andando.

Y como San Andrés era el patrono de ese pueblo del valle de Lechada, y San Lorenzo es el patrono de Cardaño de Arriba, pensaron todos que eran los santos y que había sido un milagro…

“El carretero o el pueblo aquel ofreció llevar todos los años dos libras de cera al pueblo de Cardaño de Arriba, el día de San Lorenzo, que es el 10 de agosto. Pero al faltar ese pueblo de San Andrés y heredar su pertenencia este pueblo de Portilla, quedó también con la obligación de cumplir ese censo…

                “El pueblo de Cardaño mataba dos o tres ovejas, que comían entre todos los vecinos y convidaban al que había ido de aquí…

                “Este es el censo de la cera.

                “La gente de aquí dijo:

- Hay que llevarlo para que no se pierda la costumbre.”

 

                Después de leer atentamente esta narración, la única duda razonable que pueda quedar por resolver es la que se refiere a cómo fue posible que los bueyes, con el carro, y el niño, pudieran regresar sanos y salvos a su pueblo, a pesar de la gran nevada que hacía imposible el paso por los intransitables caminos de las montañas palentino leonesas. Pero, como ya ha quedado dicho, se trata de un milagro, y los milagros, como todo el mundo sabe, son hechos no explicables por las leyes naturales, que se atribuyen a intervención sobrenatural de origen divino. 

                No viene al caso cuestionar la validez canónica del referido milagro de San Lorenzo. Lo que toca es alegrarse de que nos haya dejado como herencia cultural la celebración de esta hermosa romería asociada indisolublemente a las fiestas patronales de Cardaño de Arriba que sirven, además, para hermanar a las gentes de la montaña, ya sean naturales de Palencia o de León, porque si algo tienen claro estas personas es que comparten las mismas raíces y los mismos modos de vida.

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