Un estudio internacional en el que participa la ULE revela que la contaminación acelera el deterioro cerebral y cognitivo

Los autores remarcan la necesidad de avanzar en políticas de reducción de emisiones para proteger la función cerebral a largo plazo.

León25 de agosto de 2025RMLRML
CONTAMINACION AZONO
CONTAMINACION AZONO

La exposición prolongada a contaminantes atmosféricos como el dióxido de nitrógeno y las partículas en suspensión no solo afecta a la salud física, sino que puede ralentizar el procesamiento mental, deteriorar la memoria y provocar cambios en la estructura del cerebro en la vejez. Así lo revela un estudio internacional que publicado por la revista ‘The Lancet Healthy Longevity’ y en el que participa Jorge Arias de la Torre, investigador de la Universidad de León y profesor en el King’s College de Londres.
El estudio se centró en adultos de mediana edad, de 45 a 64 años, y evaluó su exposición a dióxido de nitrógeno, óxidos de nitrógeno y partículas en suspensión. Posteriormente, cuando los participantes tenían entre 69 y 71 años, se analizó su rendimiento cognitivo y la estructura cerebral mediante pruebas de memoria, velocidad de procesamiento y resonancia magnética. Gracias al uso combinado de datos ambientales y neuroimágenes obtenidas por resonancia magnética, los investigadores analizaron la relación entre la exposición a largo plazo a contaminantes atmosféricos y la función cognitiva en la madurez y en la vejez.
Los resultados muestran que una mayor exposición a dióxido de nitrógeno y partículas en suspensión durante la mediana edad se asocia con un procesamiento mental más lento y con un deterioro de la función cognitiva en la etapa final de seguimiento. Asimismo, se observó que niveles elevados de óxidos de nitrógeno se relacionaban con una reducción en el volumen del hipocampo, mientras que la exposición a dióxido de nitrógeno y partículas en suspensión se vinculaba con un aumento de los ventrículos cerebrales, indicadores habitualmente asociados a procesos de atrofia cerebral.
De esta forma, la investigación aporta una nueva evidencia de que la contaminación atmosférica tiene efectos duraderos sobre el cerebro humano, más allá de sus consecuencias en la salud física. Según los autores, estos hallazgos refuerzan la necesidad de avanzar en políticas de reducción de emisiones como una estrategia esencial de salud pública para proteger la función cerebral a largo plazo.

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