
Lorena de la Fuente ingresa como académica de la Academia de Ciencias Veterinarias de Castilla y León
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“Si hiciésemos esta pregunta a los oyentes de Radio de la Montaña Leonesa, es seguro que cada uno daría una respuesta diferente, pero con un denominador común, el vínculo emocional con el medio geográfico, cultural, sociológico y, en definitiva, etnográfico, de nuestra tierra. O sea, las raíces comunes que configuran la idiosincrasia de una colectividad humana bien delimitada”.
CyL12 de febrero de 2023 VICENTE VÁZQUEZ - OpiniónEl elemento identificador, la pertenencia a la tierra, engloba los aspectos más significativos de la existencia humana, aunque no nos afecte a todos por igual. Desde luego, no será lo mismo en el caso de los presentes que en el de los ausentes. Los que han pasado toda su vida en alguno de los pueblos de la montaña y los que, por exigencias económicas, o por cualquier otro motivo, se hayan visto obligados a la emigración. Y será también diferente para los inmigrantes; aunque de esos, salvo los que vinieron hace ya mucho tiempo a trabajar a las minas de carbón, ya no deben quedar muchos, si es que alguno queda.
En nuestra historia reciente, como sucede en cualquier parte, ha habido acontecimientos que han dejado una huella indeleble en nuestra memoria compartida y han pasado a formar parte del acerbo común. Todos ellos dan contenido a lo que los antropólogos llaman las raíces de un pueblo, y son el resultado de la acumulación progresiva, a lo largo de la historia, de las experiencias, buenas y malas, éxitos y fracasos, que irremediablemente nos vemos obligados a vivir y, en su caso, superar, para seguir adelante.
Las personas seremos más conscientes de quiénes somos, de ahí lo oportuno de la pregunta inicial, en la medida en que nos sintamos identificadas, cada vez en mayor grado, con las raíces del pueblo al que pertenecemos, hasta el punto de que la eminente filósofa francesa Simone Weil -de origen judío- ya en el siglo pasado, llegó a afirmar, en su magnífica obra: “Echar raíces”, lo siguiente:
“El pasado destruido no se recupera jamás.
La destrucción del pasado quizá sea el mayor de los crímenes.
Hoy, la conservación de lo poco que queda
debería convertirse casi en una idea fija”.
Hay consenso general en aceptar que la despoblación de los pueblos de la montaña leonesa es el acontecimiento más significativo de los tiempos que nos toca vivir y, sobre todo, a cerca de la causa que lo ha provocado. Sin duda alguna, el factor desencadenante ha sido el cierre de las minas de carbón. Pero no podemos dejar de lado que, además, este cierre ha supuesto, también, aunque no en todos los casos, una agresión importante contra la naturaleza, abriendo heridas en nuestros montes que no acaban de cerrar, sin que nadie dé la cara y asuma las correspondientes responsabilidades.
Volviendo a plantear la pregunta inicial: “¿Quiénes son ustedes?”, la respuesta, así, a bote pronto, parece evidente:
Somos herederos de una cultura minera, la del carbón, que ha desaparecido por culpa de las exigencias de la Unión Europea en materia de rentabilidad económica, con el correspondiente aconchabamiento de los gobiernos españoles de turno, y esto último es importante que no se nos olvide.
Ante semejante eventualidad, no queda más remedio que adaptarse o morir. Pero, como de morir no nos va a librar nadie, antes de que ocurra, todo hijo de vecino tiene, o debería tener, el derecho al pataleo, y al análisis de lo que de verdad ha ocurrido con la maldecida, que no maldita, rentabilidad económica del carbón de la montaña leonesa.
Alguien debería explicarnos la gran paradoja. ¿Cómo es posible que un mal negocio, un negocio claramente anti rentable, según los falsos profetas del bienestar económico, haya hecho ricos a tantos y tantos empresarios del carbón? Nunca han explicado de manera mínimamente aceptable cómo miden esos falsos profetas la rentabilidad de un negocio, como no sea mediante la obtención de grandes ganancias a favor de los empresarios que se han beneficiado del cierre de las minas, en la mayoría de los casos a través del cobro de las subvenciones que deberían haberse destinado a la regeneración de un tejido industrial capaz de asegurar el desarrollo económico de las poblaciones afectadas.
Rudyard Kipling dijo, en cierta ocasión: “Tengo seis honrados servidores (me enseñaron todo lo que sé). Sus nombres son Cómo, Cuándo, Dónde, Qué, Quién y Por qué”.
Volviendo al tema que nos ocupa, a los leoneses de la montaña, presentes o ausentes, emigrantes o inmigrantes, les gustaría que alguien, con las debidas competencias en la materia, diese respuesta a esas sencillas preguntas; pero referidas a los beneficios obtenidos en la explotación de sus minas de carbón; y no cabe duda de que no dar cumplida respuesta a estas preguntas es otra forma más de destruir nuestro pasado.
Destruir el pasado es destruir las raíces de los pueblos. ¿Qué pasa cuando se destruyen las raíces de un árbol? Que se muere. Pues cuando se destruyen las raíces de las personas, éstas, también se mueren, de apatía, depresión y tristeza, salvo que puedan darse cuenta a tiempo y sean capaces de emprender otros caminos.
De no hacerlo se convierten, como nos recuerda Ignacio García de Leániz Caprile, en su magnífico libro: Un montón de imágenes rotas (Ediciones Encuentro), en los hombres huecos del hermoso poema de T.S. Eliot: The waste land (La tierra baldía):
Somos los hombres huecos
somos los hombres rellenos
apoyados uno en otro,
la mollera llena de paja ¡Ay!
Nuestras voces resecas, cuando
susurramos juntos
son tranquilas y sin significado
como viento en hierba seca.
¿Qué podemos hacer para no convertirnos en hombres con la mollera llena de paja? El cierre de las minas y la destrucción del medio natural, nos han dejado frustración, pueblos envejecidos y naturaleza destruida. El desánimo y la falta de respuesta no son una opción válida. No queda más remedio que volver a empezar. Cada uno deberá encontrar su camino y trabajar por y para la conservación de lo que aún no ha sido destruido, de lo que sigue siendo nuestro patrimonio heredado; y por y para la regeneración de los hombres y sus tierras.
Vicente Vázquez
(www.vicentevazquez.com)
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