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El artista ovetense, que actualmente trabaja y reside en el Sur de León, muestra un total de cuarenta y cuatro pinturas de diversos formatos que transitan por el territorio de una abstracción siempre cargada de lirismo y energía espiritual, una obra que introduce al espectador en espacios nuevos y renovadores con sello e identidad propia.
León27 de marzo de 2025La Sala Provincia del Instituto Leonés de Cultura se ha transformado en un auténtico vergel de luz, color y geometría gracias a la exposición ‘Jardín del corazón’, del artista ovetense, aunque muy vinculado a León, Javier Victorero. El acto de apertura tendrá lugar hoy viernes, 28 de marzo, a las 20.00 horas, en la veterana sala ubicada en el Edificio Fierro, sede del ILC, con presencia del propio creador protagonista; del director de Arte y Exposiciones del organismo autónomo y comisario de la muestra, Luis García Martínez; y del coordinador de Proyectos, Emilio Gancedo.
La exhibición está integrada por un total decuarenta y cuatro pinturas de diversos formatos, que ofrecenal visitante un recorrido sintético peroclarividenteen torno a la evolución creativa del artista entre 2011 y 2023. Algo más de una década queconfirma la solidez, coherencia y potencia plástica de su quehacer pictórico; de hecho, buena parte de las piezas que se presentan en ‘Jardín del corazón’ han sido realizadas en el taller con el que cuenta en la localidad leonesa de Fuentes de Carbajal, donde reside habitualmente.
Javier Victorero nace en Oviedo en 1967aunque de niño se crio en la localidad pesquera de Burela (Lugo). Después de una breve etapa madrileña, recaló de nuevo en Oviedo con la familia materna, hecho que tendrá para él gran significación por la conexión emocional con su abuela, figura crucial que será, en cierto sentido, un pilar incondicional en sus anhelos creativos junto a su madre. Desde niño le atrajo el dibujo y la pintura. Esto dice sobre su primera acuarela: «Un cuadro relevante a nivel sentimental pintado a los doce años, tras el abandono forzado del pueblo de la niñez: un barcod e pesca en negro sale de puerto despedido por un coro de gaviotas también negras...”.Pieza simbólica que evidencia la lucha y soledad espiritual que implica el acto de crear, soledad vivida y sentida que le acompañará toda su vida como un constituyente imprescindible. Mientras tanto, y en paralelo, probaba diferentes estudios que no le convencían ni hacían crecer como persona.
“Su formación es plenamente autodidacta, partiendo de lecturas diversas y variadas, visitando exposiciones, dialogando con artistas, recorriendo museos y probando de mil maneras posibles las más diversas técnicas y métodos de trabajo -recuerda el director de Arte y Exposiciones del ILC-. Al mismo tiempo, su presencia en el panorama artístico nacional y del Principado se produce de forma tardía (recordemos que es el momento histórico de los jóvenes creadores), en el sentido que muestran sus primeras pinturas hasta 1998, en una muestra colectiva de la Galería Dasto de Oviedo y de la Galería Sargadelos de Madrid. A partir de ese momento, su obra estará presente anualmente en múltiples premios, ferias y muestras colectivas que alcanzan algo más de ochenta convocatorias y unas veinte exposiciones individuales, recibiendo por parte de los críticos análisis elogiosos y certeros de su trabajo. Su obra se presentó a nivel internacional en Caracas (Venezuela), Múnich y Colonia (Alemania), Lisboa (Portugal) o Albuquerque (Nuevo México, EEUU) y está representada en colecciones destacadas de nuestro país”.
Inicialmente, la obra de Javier Victorero estaba vinculada a una reinterpretación de la abstracción informalista y a cierto impresionismo abstracto, territorios que posteriormente derivarían en otra realidad plástica, planteando nuevas formas de expresión mucho más controladas y contenidas, dejando de lado el sentido matérico y gestual. Así, y de una forma muy genérica, la obra que se presenta en esta muestra entroncaría con un tratamiento esencialmente geométrico de las formas, en el territorio genérico de la abstracción, e incluso se podría plantear un leve substrato o referencia en su origen, vinculado a las revisiones de movimientos y tendencias más puras de la abstracción geométrica, como el neoplasticismo, el arte cinético o el Op Art. De todos modos, su obra va más allá, introduciendo al espectador en espacios nuevos y renovadores con sello e identidad propia.
Su pintura, además, se estructura generalmente a partir de series que van generando y tensionando su propia producción a partir de un elemento o tema referencial; así, surgen de forma secuencial y natural, aunque en ocasiones superpuestas o concatenadas, diferentes series temáticas: ‘Casa para Nano’(2011-2013), ‘Cantigas de Suso’ (2013-2017), ‘El sueño del jardinero’ (2015-2016), ‘En el jardín’ (2015-2018), ‘Florecer nocturno’ (2018-2020), ‘Fuga a tres voces o extraña flor’ (2019-2022), ‘Llama de amor viva’ (2021-2023), ‘Silencio iluminado’ (2021-2023) o ‘Vanitas’ (2023), entre otras.
“Una clave fundamental de su trabajo la encontramos en el propio título de la muestra. Así, ‘Jardín del corazón’ remite al cuidado, el mimo, el esfuerzo y el profundo conocimiento y amor del jardinero en relación a su obra magistral. El jardín es un hecho único e identitario, constituido por diferentes elementos vivos que se interrelacionan entre sí generando una unidad o conjunto pleno de sentido -reflexiona Luis García-. En realidad, nos encontramos ante este hecho: un creador, Javier Victorero, que mima con entusiasmo militante sus pinturas, piezas que se alejan de la frialdad, la distancia y la estructuración plenamente racional de una abstracción geométrica purista. Sus composiciones limpias, precisas y estructuradas se cargan de una vitalidad interior y energía espiritual, mostrando una sutil pero evidente carga poética que se desliza entre las delicadas y armónicas relaciones de color, generando, a la vez, una cierta sinestesia musical que nos puede evocar la imagen infantil de Javier en el salón de su casa de Oviedo escuchando a su madre tocar el piano”.
Títulos, series y contenidos
Pero el título de las series no es menos clarificador. En ‘Casa para Nano’ (2011-2013)nos descubre su afectividad interior, su amor por los animales. Nano era su perro de aguas, compañero de soledades durante doce años en Oviedo, Via vélez y Gijón. Javier indica: «Al morir, sentí que mi instinto ‘paternal’ o de protección no tenía destinatario y necesité pintar esas ‘Casa para Nano’ porque así le enviaba esa protección cálida al espacio imaginario allí donde estuviese. No terminaba de asimilar su ausencia». En estas pinturas surgen el sentimiento y la afectividad, alejándose de nuevo de la esquemática frialdad matemática y geométrica. Son pinturas cálidas y acogedoras, que sugieren simbólicamente el recogimiento del hogar por medio de unas composiciones que nos trasladan al interior y que nos acogen en este espacio emocional. ‘Cantigas de Suso’ (2013-2017), por su parte, rememora la historia pasada, la cultura esencial, a lo espiritual por medio del canto y la palabra; surge de nuevo el ser humano como protagonista principal, a pesar de no estar representado. ‘El sueño del jardinero’ (2015-2016) se podría definir como un autoanálisis reflexivo y crítico. Ese espacio complejo, abigarrado, difícil, de cruces de caminos que conducen al autor a mil experiencias creativas pero que también supone, al mismo tiempo, un anhelo, una quimera, una esperanza del encuentro de otras realidades plásticas. ‘En el jardín’ (2015-2018), Javier Victorero nos sitúa en un espacio pleno de luminosidad, de intensidad cromática, de vida, ilusión y energía, en donde la ordenación de elementos dota de una gran movilidad y dinamismo a la composición, permitiendo la apertura de la obra con la proyección al exterior de algunos de sus componentes. En esta serie, la pieza ‘En el jardín VI’ propone un interesante diálogo espacial entre la propia pieza, que está integrada por dos lienzos unidos asimétricamente, y el muro pared. Así se genera una fusión de elementos (muro-pieza) en la percepción visual de la obra, potenciando más, si cabe, el dinamismo y energía, al tiempo que la obra queda vinculada al territorio instalativo. La relación con la religiosidad poética y la mística se refleja en su serie dedicada a San Juan de la Cruz, ‘Llama de amor viva’ (2021-2023). En estas piezas emerge una cierta representación formal, evocada por la estructuración geométrica de la llama, y surge con intensidad el elemento simbólico, resaltando la soledad y elevación espiritual por medio del color. En ‘Fuga a tres voces o extraña flor’ (2019-2022)reitera su interés por la música, generando unas composiciones sinestésicas por medio de la utilización de sutiles degradaciones tonales, aportación de tensiones cromáticas de color y la distribución de tres campos de ordenación compositiva que se relacionan entre sí. ‘Silencio iluminado’ (2021-2023) es una serie donde vuelve a surgir la articulación de varias piezas y la integración del muro, así como la reflexión de una cierta presencia instalativa. Se trata de piezas complejas en la creación de nuevas perspectivas y articulaciones geométricas, donde el espacio se genera y rompe al mismo tiempo, potenciando al máximo un diálogo de contrastes que desemboca en una profunda tensión interior. No podía faltar el homenaje a los clásicos y a la pintura en sí misma, al origen del hombre creador, por medio de la serie ‘Vanitas’ (2023), que una vez más recuerda lo efímero del ser humano por medio de ese túnel blanco que nos conduce a la muerte y al silencio.
Una muestra de gran calidad y carga emocional que podrá disfrutarse hasta el próximo 25 de mayo en la Sala Provincia del Instituto Leonés de Cultura (calle Puerta de la Reina, 1, León), con entrada gratuita y de acuerdo con el siguiente horario: de martes a viernes de 17.00 a 20.00 horas, sábados de 11.00 a 14.00 y de 17.00 a 20.00, domingos y festivos de 11.00 a 14.00. Además, se pueden solicitar visitas guiadas para grupos y escolares en el teléfono de contacto 987 262423.
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