“El talento está igual repartido y si arriba no llegan más mujeres es que hay un problema”

Desde pequeña, Guadalupe Sabio quiso entender cómo funcionan las enfermedades. Habla con pasión de la carrera investigadora y de la importancia de que esta sea accesible y paritaria. Es la directora del nuevo Grupo de Interacciones Metabólicas del CNIO, integrado por doce investigadoras y dos investigadores.

Global09 de febrero de 2024 SINC
Guadalupe Sabio, jefa del Grupo de Interacciones Metabólicas del CNIO
Guadalupe Sabio, jefa del Grupo de Interacciones Metabólicas del CNIO -Scope - SINC

Cuenta Guadalupe Sabio (Badajoz, 1977) que, cuando era una niña, no sabía realmente cómo dedicarse a la ciencia. Su padre era químico y enseñaba, y ella no se veía mucho en ese papel. Así que cuando tuvo que elegir una licenciatura se decidió por veterinaria, porque su objetivo era entender cómo funcionan las enfermedades para después curarlas.

Doctora en Bioquímica, en 2011 se incorporó al Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares (CNIC) para estudiar enfermedades asociadas a la obesidad (diabetes, enfermedades cardiovasculares y cáncer). Desde 2024, dirige el nuevo grupo de Interacción entre órganos en las enfermedades metabólicas del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO).

¿Qué les dirías a las más jóvenes para que eligieran la carrera investigadora como profesión?

Es muy importante que se muestre a las niñas en los centros educativos cómo se investiga, qué diferentes ramas hay y qué posibilidades existen. Y que quizá no es tan importante centrarse en las asignaturas de una carrera, sino a dónde te van a facilitar llegar esos estudios.

Antes creía que investigar era una profesión solitaria. Y llegué a pensar que no era para mí ya que soy una persona muy extrovertida. Sin embargo, no tiene nada que ver con estar solo, es colaborar, ser capaz de discutir tus ideas, convencer a otra gente, tener reuniones, expresar lo que opinas en público, escribir… Es decir, una carrera de ciencias necesita además otras habilidades importantes.

Por eso, si una joven tiene curiosidad y quiere hacer investigación, que contacte con alguien que le explique bien en qué consiste, cómo funciona un laboratorio. Y, por supuesto, que se esfuerce en sacar buenas notas para alcanzar sus metas.

¿Por qué ellas tienden a minusvalorar sus capacidades para la ciencia?

Las mujeres tenemos las mismas aptitudes, eso es un hecho. El problema es que, mientras en los hombres está bien visto el liderazgo, en nosotras existe la tendencia a no destacar.

Es verdad que a un porcentaje alto de la población se le atragantan las ciencias, pero mientras que ellos no se desaniman por elegir un rumbo más esquivo, a nosotras nos echa para atrás muchas veces no seguir el camino establecido. Estamos acostumbradas a pensar que el grupo nos protege porque históricamente ha sido necesario que así sea.

¿Has encontrado alguna dificultad añadida por el hecho de ser mujer?

Siempre hay obstáculos ocultos y no ocultos. La sensación de que lo tienes que demostrar un poco más. Esa presión social por ser buena profesional, buena madre, etc., que al final influye en tu día a día, en cómo te encuentras y que hace que a veces se explote. Tenemos que aprender a no exigirnos tanto a nosotras mismas. No pasa nada si no llegamos a todo. Hay que instaurar la idea de la corresponsabilidad.

Se han mejorado muchas cuestiones, pero el techo de cristal en ciencia se mantiene. ¿Cómo se podría fomentar la igualdad?

La forma de solucionarlo no es pensar en una guerra de hombres contra mujeres, sino que ellos sean conscientes de situaciones en las que nosotras estamos casi continuamente y a las que nunca han tenido que enfrentarse. Aún con la mejor de las intenciones, muchas veces tienen actitudes paternalistas que te hacen sentir inferior. Y no solo eso, sino que consiguen que el grupo lo piense también. Lo cual es peor todavía.

Acabar con esto en realidad resulta una mejora para todos. Si la ciencia la lleva gente diversa, habrá diferentes ideas y los problemas se verán con perspectivas diferentes. ¿Por qué hasta ahora había tan pocos estudios en mujeres? Porque la visión no ha sido nunca esa, la mirada era esencialmente masculina.

En los ránking de los investigadores más influyentes, la diferencia entre hombres y mujeres es apabullante. ¿Cómo se puede acabar con esta brecha?

Soy de las que piensa que se necesitan números y proporciones. Como el talento está igual repartido, y eso sabemos que científicamente es verdad, el que arriba no lleguen más mujeres indica que hay un problema.

Por eso se necesitan acciones positivas ahora mismo: que se fomente la paridad en los paneles de expertos y charlas, que en los centros haya el mismo número de mujeres en todos los niveles… Mañana a lo mejor no, pero hoy sí son indispensables.

De hecho, cuando se cuestiona la discriminación positiva, me pregunto si cuando se cogía al 100 % de hombres no habían pensado en que también estaban discriminando a un porcentaje de mujeres que lo valían. Y, sobre todo, por qué no lo preguntaron antes.

También está la falta de referentes femeninos en ciencia, porque hay muchas expertas, pero no siempre son visibles…

Mujeres dedicadas a la ciencia y la investigación hay muchas, pero no llegan a la sociedad. Esto hace que las niñas tengan la idea de que esas no son carreras para ellas. Por ejemplo, cuando en la informática y el cálculo no había dinero en la mesa sus representantes eran femeninas. Y ahora nos dicen que no valemos para eso. Algo falla, está claro.

Eres una experta en metabolismo. De hecho, ha pasado muchos años en el CNIC analizando su relación con las enfermedades cardiovasculares y la diabetes. Ahora que has comenzado en el CNIO, ¿en qué se centra tu investigación?

En la obesidad como factor de riesgo para desarrollar cáncer. Cuando existe una alteración metabólica como es este sobrepeso, hay una variación en el tejido adiposo. Hasta hace 15-20 años se pensaba que la grasa era un tejido inerte, que solo almacenaba energía, pero resulta que tiene una función imprescindible para mantener el metabolismo de todas las células de nuestro cuerpo.

Y los cambios de ese tejido adiposo pueden no solo fomentar que tengamos una modificación en el metabolismo del corazón y, por tanto, más predisposición a tener un fallo cardiaco, sino a alterar el metabolismo de células que pueden llegar a ser cancerígenas. E incluso si estas células ya han iniciado un cáncer, dicha alteración metabólica puede provocar que sea más propenso a una metástasis.

Por eso estamos focalizados en cómo controlar el metabolismo tanto periférico como en el propio tumor para que llegue a ser una diana terapéutica. Y, con ello, ayudar a prevenir, diagnosticar y tratar el cáncer.

¿Cuáles son tus objetivos a largo plazo?

En dos ámbitos tan diferentes como son el corazón y el cáncer, mi idea es aplicar lo que he aprendido del primero y del metabolismo al segundo e investigar si un mecanismo de desarrollo del corazón de los bebés está también presente en la activación de las células cancerosas.

En esta etapa proliferan los cardiomicitos en el corazón, y con el nacimiento paran y hacen un cambio metabólico. Pues esa alteración se produje al contrario cuando hay un fallo cardiaco, pero también cuando hay un cáncer: es decir, pasa de una célula que no prolifera a una que sí prolifera.

Entonces mi hipótesis es que si yo entiendo un poco qué ocurre en el corazón durante el desarrollo, seré capaz de encontrar dianas terapéuticas que hagan lo contrario en el cáncer.

¿Y qué otras vías queréis implementar?

Por otro lado, queremos buscar indicadores de predisposición al cáncer en pacientes con esteatosis hepática, más conocida como hígado graso. Cuando existe obesidad, la grasa se vuelve disfuncional y puede afectar a cómo funciona el corazón y otros órganos.

Sabiendo eso, vamos a ver en ratones si ese cambio que aparece en la grasa con la obesidad, por sí solo induce la enfermedad. Por ahora, podemos verlo en el cáncer hepático. Modificando solo la grasa, hemos hecho que un ratón tenga más predisposición a la patología. El fin es estratificar a esa población obesa en función de si va a desarrollar un tumor. Y, para eso, se necesitan biomarcadores en sangre.

Estáis enfocados en el cáncer hepático pero tu idea es ir a otros cánceres…

Sí, ahora investigaremos si ocurre lo mismo en el cáncer de mama. El embarazo cambia completamente el metabolismo y está poquísimo estudiado. 

Cuando las mujeres tienen un bebé, el tejido adiposo de la mama cambia completamente, se adapta para tener leche y luego volver a su estado normal. Y esa transformación puede estar detrás del porcentaje de estos tumores que aparecen después de la primera gestación. Mi hipótesis es que una alteración en esa grasa localizada puede llegar a potenciar la enfermedad o incluso, al revés, protegerte.

Ya se le ha quitado la etiqueta de fatal a algunos tipos de cáncer, pero ¿se llegará a acabar con la enfermedad en su conjunto?

Acabar con la enfermedad en general resulta muy difícil. Pero el objetivo es ser capaces de diagnosticar suficientemente pronto para que se alargue el periodo de vida, y que esa vida sea la mejor para el paciente y sufra lo menos posible. Cada cáncer tiene su talón de Aquiles. Y ahí es dónde hay que apuntar: diagnósticos más tempranos y optimizar el pronóstico.

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