Haced lo que yo os digo, pero no hagáis lo que yo hago

EDITORIAL

Esta es una de las frases de mi infancia que más me han impactado desde que creo tener uso de razón. Y es que vengo de la España del blanco y negro, del bien y del mal. Esa España que muchos creímos agonizante con la muerte del genocida* Francisco Franco. Un evento que coincidió, cuando menos en mi caso, con ese momento de la existencia en la que te lo crees casi todo con una importante dosis de vehemente pasión.

Pero todo termina y lo primero es la credulidad. Se produce a base de impactos que te da la vida cuando apuestas por algo o por alguien. mientras la edad y la reflexión conspiran para cuestionar, poner en duda, analizar y comprobar, la distancia real que hay entre lo que piensas, crees y después pasa. Así es como me ha sucedido esto de hacerme mayor.

El melocotón va madurando, se pone blando y los golpes que recibe son cada vez menos soportables. Al punto que, por ejemplo, cuando un niño pequeño se cae, rebota como si fuera de goma, mientras que un adulto, si tiene la desgracia de tropezar en una tonta caída, se puede provocar una avería de importantes consecuencias de la que, por cierto, muchos no consiguen recuperarse jamás.

Sirva esta aclaración para poner en valor que a medida que te haces mayor, la capacidad para soportar las veleidades y malicias de los humanos se hacen menos soportables. Incluso las propias, que esto es patrimonio genético de todos sin excepción. Por eso, cuando un día si y otro también, aparecen las verdaderas caras de esta legión de filibusteros y charlatanes que hacen bueno lo suyo por turbio que sea, mientras convierten lo ajeno en malvado o delictivo porque es distinto, porque en realidad es un peligro para su heredado estatus. Cuando lo revivo, los bífidus en el estómago se me revolucionan provocando un asco inmenso.

Leer y escuchar que alguien define la Guerra Civil Española, (producto de un golpe de estado contra la legalidad establecida, seguida de un conflicto que generó pobreza, miseria y medio millón de muertos, de los cuales 200.000 lo fueron producto de asesinatos sistemáticos, tortura, violencia gratuita y tendenciosa, unido a más de 40 años de brutal represión fascista), con un “nuestros abuelos se pelearon” llevándolo al nivel de una riña de comunidad de vecinos, pone en  evidencia el calado de estos tipos herederos y propietarios vitalicios de este país, que mediante el “atado y bien atado” escrito en el testamento político del gallego general criminal, probaron con una velada y sibilina advertencia desde la ultratumba sus auténticas intenciones del supuesto cambio del 78.

Hoy el vocero de esta repugnante frase se llama Feijó, pero los compañeros de viaje son muchos, los hubo antes, los hay ahora y los seguirá habiendo. Son demasiados diría yo y cuentan con el beneplácito de una ignorancia militante que campa a lo largo y ancho de este diverso y heterogéneo país.

Al final, lo que queda, es que las reglas de juego, o son mis reglas o no valen. Lo que para unos es sedición, para otros es centrismo. Le llaman ilegítimo a lo que la ciudadanía a elegido a votado, mientras convierten a los jueces en instrumento vitalicio del control del Estado. O son constitucionalistas y a la vez se pasan lo que no les interesa de la citada constitución por el forro de sus vergüenzas. Todo son mensajes que parecen subliminales y que, a lo largo del tiempo, como el melocotón, maduran y adquieren su verdadero contenido.

No es baladí que la imagen que acompaña esta columna de opinión sea en blanco y negro, ni tampoco que permita observar como el blanco del camarero se confunde con el blanco del falangista. O que tras la senda de estos hosteleros mano en alto, desfilaran jueces, hilanderas o basureros. Todo confluía hacia el mismo fin que no era otro que el de perpetuar el poder de aquellos que conocen y saben que es lo mejor para ti, para el pueblo, pero sin el pueblo. Todo tiene pinta de ser lo mismo de lo mismo, de que la evolución de este país es ajena a la evolución del resto del mundo democrático en el que nos queremos visualizar y que, desde fuera de nuestras fronteras, nos siguen viendo como algo pintoresco con la etiqueta “is diferent”.

Definitivamente, el modelo de país de buenos y malos, de rojos y azules, del PP y PSOE, con sus colaterales marcas blancas está agotado. Lo expreso desde estos ojos, los míos, que ya no tienen ni tiempo, ni ganas de soportar a tanto mediocre embustero, manipulador y sinvergüenza.

Que duro se hace despertar cada mañana para seguir viendo a estos legionarios de la mentira repetirme con sus actos eso de hacer lo que yo os digo, pero sin hacer lo que yo hago.

… y lo siguen haciendo.

*genocida es la persona que actúa y promueve la destrucción intencional de un pueblo, generalmente definido como un grupo étnico, nacional, racial o religioso, en su totalidad o en parte.