¿La Administración Pública entiende lo que es la productividad?

Se lo hemos preguntado a SIRI y nos ha respondido: “No sabría que decirte…” “No he entendido tu pregunta…”

Provincia 09 de agosto de 2022 SILVIA RAPOSO SILVIA RAPOSO
Forges informática
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Desde los “padres de la patria”, los señores Diputados del Congreso o el Senado en Madrid, pasando por los Diputados de las Comunidades Autónomas, Diputaciones Provinciales, Ayuntamientos o Juntas Vecinales y toda la legión de trabajadores públicos que calientan alguna silla a lo largo de este país llamado España, cuelgan sus uniformes de trabajo al llegar las vacaciones, estén como estén sus deberes laborales, que por otra parte, descansan tranquilamente en la bandeja de” pendientes” en sus mesas de trabajo sin que a nadie le importe un comino las consecuencias que esta forma de actuar produce.

Antes de nada, un inciso. Todo el mundo tiene derecho al descanso y a sus vacaciones como no puede ser de otra forma. Esto por otra parte, ha de mantener un equilibrio con la inexcusable obligación de las administraciones para organizar sus recursos humanos y económicos de manera que la reducción de personal o el cierre literal del departamento, no desemboque en un torrente de incumplimientos, retrasos y deterioros en los servicios que los ciudadanos han de recibir de lo público.

Ya en el siglo XVIII Mariano José de Larra se hizo eco de la situación con su “Vuelva usted mañana” donde explicó como nadie lo que era la pereza y la procrastinación de los habitantes y consumidores de lo “público” desde “lo público”. Han pasado dos siglos y nada parece haber cambiado. En lo sustancial, como dice Julio Iglesias: “Todo sigue igual…”.

No sería tan perjudicial la cosa si solo estuviera localizada en los períodos de vacaciones. Está claro que la pereza es muy contagiosa y que cuando la practicas con regularidad acostumbra a quedarse para siempre.

La falta de empatía del “funcionario común” es una epidemia fuera de control. Muy pocos toman en consideración que la gestión diligente de “los papeles” que manejan son clave para la supervivencia económica y vital de muchas personas. No se paran a pensar que tras esos documentos hay historias que afectan sustancialmente a la vida de seres humanos y familias, de economías personales, de proyectos, de sus presentes y también de sus futuros.

La Fusión de políticos y administradores con el funcionariado es un foco del mal. Los intereses particulares de unos y otros entran en connivencia para parar, frenar, aplazar, suspender u olvidar tal o cual asunto que queda contaminado por la estrategia política, la legalidad y el escrupuloso cumplimiento de normas y leyes que conviven en total anacronía con la vida real en la calle de los contribuyentes. O sea, de ti y de mí.

La situación es tan escandalosa y de un grosor tan notable que los ejemplos que podemos mostrar son interminables. Aprovechando que ahora todo son fiestas patronales nos resulta escandaloso que corporaciones municipales se gasten 20000€ en un concierto musical para “la fiesta” y que durante el resto del ejercicio te denieguen una ayuda de 600€ para financiar un proyecto de apoyo a los emprendedores y autónomos de tu localidad.

Estas formas de hacer producen un daño permanente a la confianza que las personas necesitan para interactuar unas con otras y construir modelos que sumen y mejoren la convivencia social.

De cualquier forma, que nadie se equivoque, que el árbol no impida ver el bosque. Desde el político que toma decisiones absurdas o partidarias, hasta el oficinista que infravalora la gestión del documento que cae en sus manos. Todos, absolutamente todos, deberían saber de una vez por todas, que la productividad que la empresa privada gestiona para hacer que sus negocios sobrevivan, generen beneficios y mantengan empleos es algo que tienen que poner en practica en todas las actuaciones que la administración pública maneja.

La empresa más grande del país es la Administración Pública. Si esta empresa tuviera que competir en los mercados estaría en quiebra permanente. El hecho de no trabajar en igualdad de condiciones con el resto es un agravio para cualquier trabajador que cumple tanto con su empleador como con sus impuestos.

Los seres humanos somos tan bobos que no aprendemos el valor de lo que tenemos hasta que lo perdemos. Para aquellos trabajadores de lo público que viven relajados y que, aunque conocen o les suena lo que significa la palabra productividad y siguen trabajando relajados en sus mundos de yupi, ninguneando expedientes, solicitudes o procedimientos alejados de la cruel realidad de sus administrados, sepan que si sus sueldos dependieran de lo privado estarían todos en fila india, desfilando en la cola del paro por méritos propios.

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